sábado, octubre 28, 2006

Los Tarahumara, Antonin Artaud


La vida moderna está atrasada con respecto a algo y no los indios tarahumara con respecto al mundo actual.

Debo esperar un par de días después de cada electroshock para que el diálogo con Artaud tenga algún sentido. Su dolor es medular, se reproduce en su cuerpo, en cada una de sus células. Los doctores intentan extirpárselo destruyendo las conexiones de su mente que, contra todos los pronósticos de la ciencia, aún logra expresarse magistralmente a través de la palabra.
Estamos en la clínica de Ivry, es un frío 4 de Febrero de 1948, y él escribe Tutuguri, el último de los textos que se incluirán en este libro sobre los tarahumara, comenzado doce años antes en México. Justo en un mes más, y con sólo 51 años, morirá.
Solemos conversar acerca de la alquimia de dolor sin sentido en la que vive Europa. Me cuenta que en un principio creyó que el surrealismo sería la solución para un continente contaminado de racionalismo. Pero su excesiva rigidez, su confinamiento político, le revelaron la precariedad del movimiento. Mitologías egipcias, tibetanas, la cábala y los celtas, fueron otras vetas por donde buscó la esencia del yo.
En 1936 visitó México para vivir entre los indios tarahumara, ahí donde la Sierra Madre es más agreste. Me dijo que esperaba de ellos el origen sin traicionar del ser humano, esperaba conocer una Verdad que ellos habían conservado. Encontró un pueblo cuya historia puede leerse en la geografía de las montañas, cuyos ritos reproducen una comunicación transparente con un Dios al que se llega a través del camino del Ciguri.
El Ciguri es el rito de una danza y el cuerpo de una planta, el peyote. Con este rito los tarahumara se despojan de sus apariencias hasta que se les revela su verdadero ser. Artaud participó de este rito.
Con él, el Hombre está solo, me señala, y tocando desesperadamente la música de su esqueleto, sin padre, madre, familia, amor, dios o sociedad. Y andas del equinoccio al solsticio, sujetando tú mismo tu propia humanidad.
El peyote
, continúa, conduce al yo hasta sus fuentes auténticas. Al salir de un estado de visión semejante, no se puede volver a confundir, como antes, la mentira con la verdad.
Quizás nuestra civilización podría superar su frustración si todos bebieran el Ciguri, comento.
Dicen esos sacerdotes de Ciguri, me responde, que el peyote no se da a todo el mundo y que para acceder a él hay que estar Predestinado.
A veces se acercan a las ciudades
, me cuenta, para ver cómo son los hombres que se han equivocado. Le preguntó de qué viven en las ciudades, pues no manejan dinero. Me dice que mendigan, y si se les da, no dicen gracias. Pues para ellos dar a quien no tiene nada no es ni siquiera un deber, es una ley de reciprocidad física que el Mundo Blanco ha traicionado.
En las páginas de este libro que me ha pedido que lea, quizás su libro más metafísico, se funden una hiperconciencia del entorno y de la propia existencia, con poesía y delirios cristianos, imágenes obsesivas de las que intentaba despojarse, en su viaje hacia un saber primitivo.

Los Tarahumara, Antonin Artaud. Tusquets, 1985, 184 pp.

2 comentarios:

Akbal Design dijo...

Pase por aca para dar un apoyo en este comienzo...!!!
excelente idea de publicar por este medio.....

Particularmente del tema enteogenos, se cae mucha veces en la ignoracia...hay mucho que aprender....y mucha sabiduria que esta detras de las plantas sagradas......un "saber utilizar con conciencia",puede llevarnos muy lejos en nuestro camino del conocimiento interno y externo.

Berni Akbal

www.akbaldesign@blogspot.com

Anónimo dijo...

virnana, hoy no es bueno venir a chihuahua, mucho menos a la sierra, tal vez en unos años. ariochi ba